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Perder un vuelo Barcelona-Palma por culpa de la nefasta comunicación de RENFE

Los que tengan una cierta edad seguro recordáis aquel acertijo que consistía en descifrar qué querían decir las siglas RENFE. Literalmente: Rogamos Empujen Nuestros Ferrocarriles Estropeados.

Hoy (28 de abril de 2022) me ha vuelto a la mente aquella pretérita dicha sobre el tren. ¿Por qué? Pues sencillamente RENFE (más en concreto, Cercanías R3 que enlaza Vic con Barcelona) ha sido la culpable y responsable de que yo mismo haya perdido un vuelo que debía llevarme de Barcelona a Palma, con salida programada para las 15:30 h, exactamente. En Palma debía mantener una importante reunión de trabajo a las 18:00 h.

Como siempre digo a amigos y compañeros que hay que intentar evitar el estrés innecesario de nuestras vidas (a menudo, bastante complicadas), intento aplicarme esa máxima. De modo que he iniciado mi viaje que debía conducirme de casa de mis padres, en Sant Hipòlit de Voltregà, hasta Palma cuando debían de ser las 11:40. Así, he llegado a la estación de trenes de Vic a las 12:00 para tomar el tren Vic-Barcelona de las 12:24, que debía dejarme en Plaza Catalunya a las 13:40. Desde Plaza Cataluña, cogería -como hago siempre el Aerobús- para estar (como tarde) a las 14:30 en el aeropuerto, con una hora de antelación a mi vuelo. Suficiente, máxime cuando ya me había imprimido la tarjeta de embarque…

Esta era, en efecto, la previsión. Eran mis cálculos. Lo que os contaré a continuación es tan real como la vida misma, pero os puedo asegurar que es más propio de una película de risa (o de llorar, según se mire) de los hermanos Marx, de Cantinflas o de Pajares y Esteso.

La película -por así decirlo- se inicia con normalidad, a la hora que he comprado (no en la máquina) sino en la taquilla el billete correspondiente (6.95 euros). Me gusta que me atiendan a las personas, más que a las máquinas (tengo esta mala costumbre, ¿Qué queréis que os diga?). El señor que me ha vendido el billete no me ha hecho ningún comentario sobre ningún retraso ni anomalía en la línea ni nada parecido.

La queja que quiero expresar va en el sentido de hacer sentir y exteriorizar la impotencia y el malestar por una información de Renfe hacia los pasajeros que calificaría de “negligente, descoordinada, absurda, escasa y fuera de tiempo”.

 

Total, que he bajado (cargado con la preceptiva maleta y el ordenador en otra bolsa) las escaleras que me han conducido al andén número 1. De repente, por megafonía, han indicado que había afectaciones en el viaje por unas obras o algo parecido (no hablo literalmente, porque no se escuchaba demasiado bien el mensaje) entre Les Franqueses y La Garriga. Alertado por este aviso y como faltaban diez minutos para salir (esta era la previsión inicial) he decidido subir las escaleras (nuevamente cargado, claro) y preguntarle al señor de RENFE que me había vendido el billete qué sabía de esa anomalía o irregularidad. El hombre le ha quitado hierro al asunto y me ha dicho: “No hay problema. Lo único es que quizá les hagan bajar a Les Franqueses para subir a un autobús que les llevará hasta La Garriga, donde volverán a subir al tren, y listos”.

Le he preguntado al buen hombre si esto implicaría alguna demora a considerar por mi parte. Y me lo ha negado. “No. No perderá tiempo, no se preocupe”. Le he comentado en todo caso que yo pensaba que él debía haberme alertado de la posible irregularidad y del potencial transbordo al comprar yo el billete. “Como trabajador de RENFE, usted debía decírmelo”, le he espetado. Mi sorpresa ha sido cuando el señor (atento, hay que decirlo) me ha respondido. “No, es que no soy trabajador de la RENFE; ese es el problema. Yo me entero de la información al igual que ustedes, por lo que dicen por la megafonía”.

Una señora que escuchaba nuestra conversación ha tenido a bien alertarme. “Si tiene que ir al aeropuerto, yo de usted cogería un bus, porque tengo un hijo que está subiendo desde Granollers y lleva una hora encerrado en el tren, que está parado. Y no recibe ningún tipo de información”.

He valorado pros y contras, y he decidido ser fiel a la causa de RENFE. De hecho, no sabía horarios de buses y tampoco iba tan sobrado de tiempo como para ir hasta la estación de autobuses y ejecutar ese plan B.

He subido al tren. Ya les decía: tenía que salir a las 12:24 h. Hemos salido aproximadamente a las 12:45 h hacia Barcelona. Un pasajero que venía de Puigcerdà me ha comentado que el tren, aunque por megafonía avisaban de que paraba en todas las estaciones, era semidirecto; es decir, que no debía parar en cada una de las estaciones que nos encontraríamos de paso.

A todo esto, justo antes de salir, le he preguntado a un señor de seguridad si sabía cómo estaba el tema de las interrupciones supuestas en Les Franqueses. El buen hombre me ha dicho: «Todo está solucionado». ¡¡¡Falso!!!

Una vez el tren ha iniciado la marcha ha tenido el primer paro ha sido en Centelles, si bien las pantallas del vagón al salir de Vic anunciaban que la próxima parada era ‘La Garriga’. No había concordancia (ni de género ni de número, si me permitís la broma)…[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=»» row_type=»row» use_row_as_full_screen_section=»no» type=»full_width» angled_section=»no» text_align=»left» background_image_as_pattern=»without_pattern»][vc_column][vc_empty_space height=»20px»][vc_single_image image=»16007″ img_size=»large» alignment=»center» qode_css_animation=»»][vc_empty_space height=»20px»][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=»» row_type=»row» use_row_as_full_screen_section=»no» type=»full_width» angled_section=»no» text_align=»left» background_image_as_pattern=»without_pattern»][vc_column][vc_column_text]De repente, aún antes de llegar a La Garriga, el tren se ha detenido (sin previo aviso por parte de nadie) en la estación del Figaró. Los pasajeros, con cara de asombro y estupefacción, nos hemos preguntado entre nosotros qué diantre pasaba… Nadie entendía nada. Al cabo de unos diez minutos, de nuevo una voz alertaba de que “la línea puede sufrir retrasos del orden de 45 mInutos”. No es literal, ni recuerdo con exactitud si eran 45 o 60 minutos.

Han pasado diez minutos más y yo ya veía que debería tomar un taxi (que me costaría un riñón) si quería llegar al aeropuerto con tiempo para volar a Palma. En un clamor a la empatía (es ironía, claro), de nuevo la amable voz nos ha indicado algo así como: «Señores pasajeros, mientras el tren no retome la marcha, pueden salir al andén...».

He aprovechado la ocasión para, efectivamente, salir del andén y también de la estación (la foto es de ese momento). He hecho una llamada telefónica para poder disponer de un taxi. En El Figaró, al parecer, no los hay, y el que tenía que recogerme debería venir desde Granollers. A todo esto, ya eran las 13:30 h, y he visto claro que debía cancelar mis ilusiones por volar a Palma con el vuelo de Air Europa de las 15:30 h.

He decidido comprar otro vuelo a Mallorca vía teléfono, pero ya para el viernes al mediodía. He optado por tomar el tren de regreso a Vic, donde he aprovechado para presentar la oportuna reclamación a RENFE “por daños económicos y morales”. Y no he tenido espacio en la hoja de reclamaciones ni demasiadas ganas para desahogarme y decir que la comunicación en todo el trayecto había sido, como mínimo, nefasta e impropia de unos servicios ferroviarios de un país supuestamente avanzado y en pleno siglo XXI.

Después de volver a casa, por la tarde he vuelto a la estación de RENFE y he preguntado si tendría garantías si mañana viernes cogía uno de los trenes de la mañana para llegar a Barcelona. Me ha dicho: «Yo diría que sí, pero ya se sabe que esta línea siempre acumula ciertos retrasos». Y en un ejercicio de sinceridad loable, la señora (muy amable, y aquí sin ironía) me ha añadido: “Mire usted cómo ha sido la cosa esta mañana que el tren se ha llevado en dirección a Barcelona a una señora de la limpieza que estaba limpiando el vagón. No la han avisado de nada…”. Literalmente le he dicho que no sabía si reír o llorar.

El caso: he perdido medio día de hoy y mañana viernes tendré que invertir medio más para llegar a Palma. No me arriesgaré y tomaré un autobús de la empresa Sagalés para llegar hasta el centro de Barcelona. El precio, creo, es de unos 9 euros.

Pero más allá del gasto económico (que no es millonario, pero ha salido de mi bolsillo), la queja que quiero expresar va en el sentido de hacer sentir y exteriorizar la impotencia y el malestar por una información de RENFE hacia los pasajeros que calificaría de “negligente, descoordinada, absurda, escasa y fuera de tiempo”.

Debo confesar finalmente que yo soy muy partidario del vehículo privado, ¿qué queréis que os diga? Es así, y así lo confieso. Sé que todos debemos luchar contra el cambio climático y en favor de la sostenibilidad del planeta. También escucho en Cataluña, en Baleares y en todas partes que las administraciones apuestan por el transporte público. ¿Pero qué transporte público? ¿¿Este de RENFE de hoy???

En definitiva, como le decía al principio, RENFE: Rogamos Empujen Nuestros Ferrocarriles Estropeados. Por lo menos, hoy la frase ha tomado vida para mí. Y como sé que el estrés no es bueno, he contado no hasta diez sino hasta mil para no perder la calma, la educación ni los papeles.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]